Por Álvaro Cabrera
Como vimos en la entrada anterior, según el Informe Planeta
Vivo 2010 del World Wildlife Fund (WWF), el
indicador de la Huella Ecológica nos muestra con cifras que los países con
altos ingresos, en su mayoría países del Norte enriquecido, viven por encima de
sus posibilidades ecológicas, por lo que recargan a otras regiones del mundo
con su Huella Ecológica de consumo. Dicho en otras palabras, los países con
altos ingresos están utilizando la biocapacidad de otros países para sostener
su nivel de vida, por lo que se han hecho dependientes de los recursos y los servicios
de los ecosistemas del Sur.
El Índice de Planeta
Vivo, desarrollado por WWF, nos permite tener una perspectiva de cuáles son las
consecuencias que esta situación genera, por ejemplo, en la diversidad de
especies que habitan en cada región. Según WWF, “El Índice Planeta Vivo (IPV)
refleja los cambios en la salud de los ecosistemas del planeta mediante el
análisis de las tendencias de cerca de 8.000 poblaciones de especies de
vertebrados”[1]. Según este índice,
las poblaciones de vertebrados han sufrido una disminución de 30% entre 1970 y
2007.
Sin embargo, este
deterioro ha sido tremendamente desigual. Al analizar el IPV por regiones
(reinos biogeográficos, según WWF), nos percatamos de que las regiones en que
se encuentran Norte América y Europa (Neártico y Paleártico, respectivamente),
han sido las que menos deterioro han sufrido, mientras que las regiones en que
se encuentran América Latina, África y Asia-Oceanía (Neotropical, Afrotropical
e Indo-Pacífico) han sufrido un deterioro acelerado en las últimas décadas.
Así, la variación del Neártico ha sido de -4% y la del Paleártico ha sido de
+43%, mientras que la del Neotropical ha sido de -55%, del Afrotropical del
-18% y del Indo-Pacífico del -66%.
Estas cifras demuestran
que los países del Norte rico están conservando sus ecosistemas mientras explotan
los ecosistemas del Sur. El Informe de WWF afirma que la notable estabilidad
del reino Neártico (América del Norte y Groenlandia) “es probablemente debida a
la efectiva protección ambiental y los esfuerzos de conservación desde 1970”[2]. Mientras que en el
caso del reino Neotropical (América Latina), el deterioro se relaciona con
“grandes cambios en el uso de la tierra y una fuerte industrialización en la
región desde 1970, pero también es en parte debido a disminuciones
catastróficas en el número de anfibios provocadas en muchos casos por la
expansión de una enfermedad fúngica”[3]; y en el caso del
reino Indo-Pacífico (Asia-Oceanía), al “rápido desarrollo agrícola, industrial
y urbano en la región, lo que ha producido la destrucción y fragmentación más
rápidas del mundo de bosques, humedales y sistemas fluviales”[4].
La consideración del
crecimiento económico como medida del avance de un país, las consecuencias de
un comercio internacional cada vez más intenso, la apropiación y explotación de
los recursos naturales del Sur por empresas trasnacionales y el traslado de la
producción (junto a todas sus externalidades negativas) desde los países del Norte
hacia países del Sur por sus salarios más bajos y menores controles ambientales,
han generado una rápida degradación de los ecosistemas del Sur en las últimas
décadas. Mientras, los ecosistemas del Norte son preservados, pero tras haber
sido sometidos a una tremenda degradación previa.
Esto se ve más
claramente con el siguiente dato. Según WWF, el IPV de los países de elevados
ingresos muestra un aumento del 5% entre 1970 y 2007. Mientras que en el mismo
periodo el IPV para los países de ingresos medios ha disminuido un 25% y el de
los países de bajos ingresos ha disminuido un 58%. Esto implica que en aquellos
países donde las personas son más dependientes de los recursos que provee la
naturaleza, la disponibilidad de esos recursos se está agotando más rápidamente,
y este agotamiento está ocurriendo, en buena parte, como consecuencia de la alta
Huella Ecológica de consumo de los países más ricos.
El modelo de desarrollo y el
IDH
La clave de toda esta
situación es el modelo de desarrollo que se hizo hegemónico tras la segunda
Guerra Mundial, fuertemente ligado al crecimiento económico y al consumo, que
han impuesto los países del Norte enriquecido y que sirve de referencia para
los países que aspiran al desarrollo.
El Índice de
Desarrollo Humano ha sido el indicador utilizado por ONU para medir el nivel de
desarrollo de los países a partir de 1990. La elaboración del Índice de
Desarrollo Humano buscaba superar la idea de desarrollo como simple crecimiento
económico. Para ello combina los indicadores de crecimiento económico con
indicadores de calidad de vida y de educación. A pesar de eso, en el IDH sigue
teniendo un importante protagonismo el nivel de ingresos de cada país, medido
por el Ingreso Nacional Bruto per cápita (INB, antes PIB). Como vimos en la entrada anterior de este blog, el indicador de la Huella Ecológica nos ha mostrado una
relación entre un mayor nivel de ingresos y una mayor Huella Ecológica de
consumo. Podríamos decir que mientras mayores son los ingresos, hay mayor
consumo y, en consecuencia, hay mayor deterioro ambiental.
Así, si comparamos los
países que ocupan los primeros puestos en el informe del PNUD sobre el IDH de
2011, con la información suministrada por Global Footprint Network con respecto
a la Huella Ecológica y Biocapacidad para 2007[5], notaremos que los
primeros 10[6] en la lista tienen un
nivel alto de ingresos y una Huella Ecológica en promedio de 6,1 hag.
El Informe de WWF
afirma que “La relación entre Huella Ecológica e IDH no es lineal, pero tiene
dos partes diferenciadas […]. En los países con bajo nivel de desarrollo, éste
es independiente de la Huella per cápita. Sin embargo, cuando el desarrollo
aumenta más allá de cierto nivel, le ocurre lo mismo a la Huella por persona,
hasta el punto en el que pequeñas ganancias en el IDH se producen a costa de
aumentos muy grandes de la Huella”[7].
Esto puede tener una
explicación, al alcanzar cierto nivel de avance en indicadores de salud y
educación, mejorarlos se hace difícil y requiere un esfuerzo a largo plazo, por
lo cual el IDH suele mostrar cambios en función del nivel de ingreso. Los
países que quieren ver un aumento notorio de su IDH en el corto plazo, pueden
tender a buscar un aumento del INB, lo que muchas veces implica un mayor nivel
de consumo y, por ende, un aumento de la Huella Ecológica.
Por ello, el IDH es
una radiografía precaria del bienestar humano, pues muestra entre otras
debilidades, una nula incorporación de la variable ecológica, además de
utilizar una medida económica que resulta muy poco esclarecedora de la
situación de las personas, como es el INB, un indicador que no considera las
desigualdades de ingreso a lo interno. A pesar de tratar de romper con el
enfoque tradicional que igualaba desarrollo con crecimiento económico, el IDH
sigue dando una relevancia especial, y en cierto modo incentivando, el
crecimiento económico como medida de bienestar humano. Por ello, debemos
plantearnos otras formas de concebir y medir el desarrollo y el bienestar
que contemplen la variable ecológica. En el próximo artículo revisaremos una
propuesta en ese sentido.■
[1] WWF. Informe Planeta Vivo 2010. p. 22.
[3] Ídem.
[4] Ibídem. p. 33.
[5] En: http://www.footprintnetwork.org/images/uploads/2010_NFA_data_tables.pdf.
[6] Noruega, Australia, Holanda, Estados Unidos, Nueva Zelandia, Canadá, Irlanda, Alemania, Suecia y Suiza. Se excluye Liechtenstein, 8vo. en la lista, por tener menos de 1 millón de habitantes.
[7] WWF. Op. cit. p. 74.
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