viernes, 11 de enero de 2013

El modelo de desarrollo y la degradación ecológica de los países del Sur

Por Álvaro Cabrera

 

 



Como vimos en la entrada anterior, según el Informe Planeta Vivo 2010 del World Wildlife Fund (WWF), el indicador de la Huella Ecológica nos muestra con cifras que los países con altos ingresos, en su mayoría países del Norte enriquecido, viven por encima de sus posibilidades ecológicas, por lo que recargan a otras regiones del mundo con su Huella Ecológica de consumo. Dicho en otras palabras, los países con altos ingresos están utilizando la biocapacidad de otros países para sostener su nivel de vida, por lo que se han hecho dependientes de los recursos y los servicios de los ecosistemas del Sur.

El Índice de Planeta Vivo, desarrollado por WWF, nos permite tener una perspectiva de cuáles son las consecuencias que esta situación genera, por ejemplo, en la diversidad de especies que habitan en cada región. Según WWF, “El Índice Planeta Vivo (IPV) refleja los cambios en la salud de los ecosistemas del planeta mediante el análisis de las tendencias de cerca de 8.000 poblaciones de especies de vertebrados”[1]. Según este índice, las poblaciones de vertebrados han sufrido una disminución de 30% entre 1970 y 2007.

Sin embargo, este deterioro ha sido tremendamente desigual. Al analizar el IPV por regiones (reinos biogeográficos, según WWF), nos percatamos de que las regiones en que se encuentran Norte América y Europa (Neártico y Paleártico, respectivamente), han sido las que menos deterioro han sufrido, mientras que las regiones en que se encuentran América Latina, África y Asia-Oceanía (Neotropical, Afrotropical e Indo-Pacífico) han sufrido un deterioro acelerado en las últimas décadas. Así, la variación del Neártico ha sido de -4% y la del Paleártico ha sido de +43%, mientras que la del Neotropical ha sido de -55%, del Afrotropical del -18% y del Indo-Pacífico del -66%.

Estas cifras demuestran que los países del Norte rico están conservando sus ecosistemas mientras explotan los ecosistemas del Sur. El Informe de WWF afirma que la notable estabilidad del reino Neártico (América del Norte y Groenlandia) “es probablemente debida a la efectiva protección ambiental y los esfuerzos de conservación desde 1970”[2]. Mientras que en el caso del reino Neotropical (América Latina), el deterioro se relaciona con “grandes cambios en el uso de la tierra y una fuerte industrialización en la región desde 1970, pero también es en parte debido a disminuciones catastróficas en el número de anfibios provocadas en muchos casos por la expansión de una enfermedad fúngica”[3]; y en el caso del reino Indo-Pacífico (Asia-Oceanía), al “rápido desarrollo agrícola, industrial y urbano en la región, lo que ha producido la destrucción y fragmentación más rápidas del mundo de bosques, humedales y sistemas fluviales”[4].

La consideración del crecimiento económico como medida del avance de un país, las consecuencias de un comercio internacional cada vez más intenso, la apropiación y explotación de los recursos naturales del Sur por empresas trasnacionales y el traslado de la producción (junto a todas sus externalidades negativas) desde los países del Norte hacia países del Sur por sus salarios más bajos y menores controles ambientales, han generado una rápida degradación de los ecosistemas del Sur en las últimas décadas. Mientras, los ecosistemas del Norte son preservados, pero tras haber sido sometidos a una tremenda degradación previa.

Esto se ve más claramente con el siguiente dato. Según WWF, el IPV de los países de elevados ingresos muestra un aumento del 5% entre 1970 y 2007. Mientras que en el mismo periodo el IPV para los países de ingresos medios ha disminuido un 25% y el de los países de bajos ingresos ha disminuido un 58%. Esto implica que en aquellos países donde las personas son más dependientes de los recursos que provee la naturaleza, la disponibilidad de esos recursos se está agotando más rápidamente, y este agotamiento está ocurriendo, en buena parte, como consecuencia de la alta Huella Ecológica de consumo de los países más ricos.

El modelo de desarrollo y el IDH

La clave de toda esta situación es el modelo de desarrollo que se hizo hegemónico tras la segunda Guerra Mundial, fuertemente ligado al crecimiento económico y al consumo, que han impuesto los países del Norte enriquecido y que sirve de referencia para los países que aspiran al desarrollo.

El Índice de Desarrollo Humano ha sido el indicador utilizado por ONU para medir el nivel de desarrollo de los países a partir de 1990. La elaboración del Índice de Desarrollo Humano buscaba superar la idea de desarrollo como simple crecimiento económico. Para ello combina los indicadores de crecimiento económico con indicadores de calidad de vida y de educación. A pesar de eso, en el IDH sigue teniendo un importante protagonismo el nivel de ingresos de cada país, medido por el Ingreso Nacional Bruto per cápita (INB, antes PIB). Como vimos en la entrada anterior de este blog, el indicador de la Huella Ecológica nos ha mostrado una relación entre un mayor nivel de ingresos y una mayor Huella Ecológica de consumo. Podríamos decir que mientras mayores son los ingresos, hay mayor consumo y, en consecuencia, hay mayor deterioro ambiental.

Así, si comparamos los países que ocupan los primeros puestos en el informe del PNUD sobre el IDH de 2011, con la información suministrada por Global Footprint Network con respecto a la Huella Ecológica y Biocapacidad para 2007[5], notaremos que los primeros 10[6] en la lista tienen un nivel alto de ingresos y una Huella Ecológica en promedio de 6,1 hag.

El Informe de WWF afirma que “La relación entre Huella Ecológica e IDH no es lineal, pero tiene dos partes diferenciadas […]. En los países con bajo nivel de desarrollo, éste es independiente de la Huella per cápita. Sin embargo, cuando el desarrollo aumenta más allá de cierto nivel, le ocurre lo mismo a la Huella por persona, hasta el punto en el que pequeñas ganancias en el IDH se producen a costa de aumentos muy grandes de la Huella”[7].

Esto puede tener una explicación, al alcanzar cierto nivel de avance en indicadores de salud y educación, mejorarlos se hace difícil y requiere un esfuerzo a largo plazo, por lo cual el IDH suele mostrar cambios en función del nivel de ingreso. Los países que quieren ver un aumento notorio de su IDH en el corto plazo, pueden tender a buscar un aumento del INB, lo que muchas veces implica un mayor nivel de consumo y, por ende, un aumento de la Huella Ecológica.

Por ello, el IDH es una radiografía precaria del bienestar humano, pues muestra entre otras debilidades, una nula incorporación de la variable ecológica, además de utilizar una medida económica que resulta muy poco esclarecedora de la situación de las personas, como es el INB, un indicador que no considera las desigualdades de ingreso a lo interno. A pesar de tratar de romper con el enfoque tradicional que igualaba desarrollo con crecimiento económico, el IDH sigue dando una relevancia especial, y en cierto modo incentivando, el crecimiento económico como medida de bienestar humano. Por ello, debemos plantearnos otras formas de concebir y medir el desarrollo y el bienestar que contemplen la variable ecológica. En el próximo artículo revisaremos una propuesta en ese sentido.





[1] WWF. Informe Planeta Vivo 2010. p. 22.
[2] Ibídem. p. 32.
[3] Ídem.
[4] Ibídem. p. 33.
[5] En: http://www.footprintnetwork.org/images/uploads/2010_NFA_data_tables.pdf.
[6] Noruega, Australia, Holanda, Estados Unidos, Nueva Zelandia, Canadá, Irlanda, Alemania, Suecia y Suiza. Se excluye Liechtenstein, 8vo. en la lista, por tener menos de 1 millón de habitantes.
[7] WWF. Op. cit. p. 74.

viernes, 4 de enero de 2013

El desafío ambiental del desarrollo

Por Álvaro Cabrera

Este es el primero de una serie de artículos que tratan de ofrecer elementos para una discusión sobre uno de los problemas principales que se encuentran tras la lógica imperante sobre el desarrollo y que suele ser ocultado del debate público: el modelo de los llamados países desarrollados es insostenible ecológicamente y está además generando graves problemas ambientales al resto de los países del mundo.


Distintas voces vienen alertando desde hace un tiempo sobre la grave crisis ecológica que enfrenta el planeta. No pocos pensadores e investigadores se refieren a ella como un momento crítico en la historia de la humanidad, en que la capacidad del ser humano para producir cambios a gran escala sobre los sistemas ecológicos de la Tierra ha puesto en peligro su propia supervivencia como especie.

Edgardo Lander, por ejemplo, se refiere a esta coyuntura como una crisis del modelo civilizatorio, porque pone en entredicho no solo el modelo de desarrollo que se ha hecho hegemónico, sustentado en la premisa del crecimiento continuo y materializado en las relaciones capitalistas de producción, sino también a las bases del pensamiento occidental que lo han construido, que han convertido a la naturaleza en un objeto que existe para ser dominado y explotado para beneficio del ser humano.

Hay varios aspectos de esta coyuntura que vale la pena enumerar. Los llamados países desarrollados, la mayoría ubicados en el Norte, han sido los que han sacado mayor provecho de este modelo, sin embargo, como resultado de su proyecto de desarrollo han producido un gran desgaste a su base ecológica, con lo cual se han vuelto dependientes de los recursos y servicios de los ecosistemas de los países del Sur. Por otra parte, el nivel de desarrollo alcanzado en estos países pareciera no estar produciendo el bienestar que se podría asociar a su situación en el sistema económico mundial (muchas encuestas reflejan la caída en el nivel de satisfacción con la propia vida que recorre a los países llamados desarrollados).

Por otro lado, un tercer aspecto se refiere a la situación ambigua que deben enfrentar algunos países del Sur, poseedores de una gran riqueza de recursos naturales, pero compelidos por la lógica del sistema económico imperante a explotarlos intensivamente para pagar deudas y obtener beneficios económicos que les permitan mejorar las condiciones de vida de sus poblaciones. Un cuarto aspecto, se refiere a una de las consecuencias más perversas de la versión actual del capitalismo, referida a la existencia de una abismal desigualdad entre el nivel de vida de unos países y otros e internamente dentro de cada país, lo que algunos han caracterizado como la existencia de un Norte en el Sur y de un Sur en el Norte.

En esta serie de artículos haremos algunas reflexiones derivadas de estos cuatro aspectos, más que para proponer soluciones, para plantear temas de debate que deberían ser considerados en las discusiones sobre los proyectos de desarrollo a construir en el Sur del mundo.

Evidencias de la degradación ambiental

Una de las medidas que se utiliza para medir la degradación ambiental es el indicador de la Huella Ecológica. Este indicador da una medida del nivel de consumo de recursos y emisiones contaminantes en relación con la capacidad del planeta para regenerarse y absorber esas emisiones. En palabras del World Wildlife Fund (WWF): “La Huella Ecológica mide el área de tierra biológicamente productiva y el agua necesaria para proporcionar los recursos renovables que la gente utiliza, e incluye el espacio necesario para infraestructuras y la vegetación para absorber el dióxido de carbono (CO2)”[1].

Según las mediciones correspondientes a 2007, el planeta está siendo sometido a una sobre explotación de sus capacidades (una translimitación ecológica, según WWF). Según esta medición, para ese año la biocapacidad del planeta era de 11.900 millones de hectáreas globales (hag) y la Huella Ecológica de consumo de ese año fue de 18.000 millones de hag. Esto implica una biocapacidad de 1,8 hag por persona y una Huella Ecológica de consumo de 2,7 hag por persona, es decir, un consumo que está 50% por encima de la biocapacidad del planeta.

Según este índice, para 2007 los países de altos ingresos tenían una Huella Ecológica que duplicaba a su biocapacidad (6,1 hag vs. 3,1 hag). El ciudadano promedio europeo, por ejemplo, poseía una Huella Ecológica de consumo de 4,7 hag, en comparación con el promedio mundial de 2,7 hag por persona, mientras la biocapacidad promedio de Europa era de 2,9 hag por persona, lo que significa que la Huella Ecológica de sus habitantes era un 62% superior a la biocapacidad del continente.

En contraste, los países africanos tenían una biocapacidad promedio de 1,5 hag por persona y una Huella Ecológica de consumo de 1,4 hag; los países de América Latina y El Caribe tenían una biocapacidad de 5,5 hag y una Huella Ecológica de 2,6 hag por persona; mientras los países asiáticos tenían una biocapacidad de 0,8 hag y una Huella Ecológica de 1,8 hag. Entre los casos más notorios se encuentra Estados Unidos, que en 2007 tenía una biocapacidad de 3,9 hag y una Huella Ecológica de 8,0 hag, es decir, que consumía más del doble de lo que su biocapacidad le permitiría.

Según el Informe de WWF, “los 31 países de la OCDE, que incluye las economías más ricas del mundo, totalizan el 37% de la Huella Ecológica de la humanidad”[2], esto con una población que equivale al 18% de la población mundial.

Aunque existen otros indicadores relevantes para mostrar el deterioro que está sufriendo el planeta, resulta evidente con este indicador que el planeta está siendo sometido a un proceso de agotamiento de sus capacidades que implica la destrucción de los recursos que necesitarán las generaciones futuras para tener una vida de bienestar. Lo más grave de esta situación es que el deterioro se está concentrando en los países más empobrecidos, pues son éstos los que están sosteniendo el nivel de consumo de los países del norte desarrollado. Sobre ello hablaremos en la próxima entrega.■





[1] WWF. Informe Planeta Vivo 2010. p. 10. En: http://www.wwf.es/noticias/informes_y_publicaciones/informe_planeta_vivo_2010/.
[2] Ibídem. p. 41.